Por: Jenny Giraldo García Ilutraciones: Marcela Bolívar ©
Dramatismo, oscuridad, demencia. Estas son las características que componen el trabajo de Marcela Bolívar, que traspasa sus ideas y visiones particulares a la fotografía y la pantalla. Borges, Bioy Casares y Thomas Mann nutren sus pensamientos; Delacroix y Munch han enriquecido su mirada y toda su vida ha sido inspiradora para sus obras artísticas, basadas en la fotomanipulación.
¿Cómo fueron los comienzos de este trabajo, en cuanto a formación académica, gustos personales? Toda mi vida he recordado querer expresarme visualmente, estas cosas se saben con tiempo. Desde rayar cuadernos hasta ingresar a la universidad he sentido una pulsión interna de ideas e imágenes, una urgencia por mostrar el mundo que hay en mi cabeza y dejarlo descansar. Pero fue hasta el colegio en que decidí ver más intensamente clases de pintura y dibujo, y fue así que descubrí que expresarme de esta forma es lo que quería hacer por mucho tiempo, por toda mi vida.
¿Cómo es el proceso para cada una de tus obras? Cada obra tiene un proceso especial, y algunas se salen de toda costumbre, pero generalmente primero hago un boceto de la composición a mano o lo veo en alguno de mis apuntes de ideas y me aseguro de tomar o encontrar las fotos que necesito en mis bancos de imágenes, o en bancos de imágenes de internet. Casi siempre empiezo con algo básico para el fondo y algunos elementos para tener un referente en la composición inicial y no perderme, luego manipulo el elemento o personaje principal y cuando todo está perfeccionado manipulo, más en detalle, todos y cada uno de los elementos. Cuando la iluminación es convincente termino por cambiar el color de la imagen para hacerla más coherente y darle aún más atmósfera.
¿Qué elementos te gustan y predominan en tus trabajos? Es difícil decirlo porque aunque pienso muy bien en cada uno de los elementos que uso, muchas veces mi subconsciente me lleva a repetirlos en varias obras. Pero siempre analizo lo que hay tras ellos y qué significaron para mí en esos momentos de mi vida. Me gusta mucho la forma y el concepto detrás de un libro, la dualidad entre su tangibilidad como objeto y el mundo inmaterial que encierra en sus páginas. Mi fascinación con los árboles también has sido una constante, uso más que todo sus ramas que para mí son brazos, manos, piernas, cuerpos que perdieron su humanidad de alguna forma. Los demás elementos que uso como moscas, hojas secas, buitres, representan diferentes símbolos en cada obra pero también hacen referencia al paso del tiempo y a la belleza del decaimiento.
¿Cuáles son los colores que más se ven en tus obras? Definitivamente los ocres, los amarillos.Siempre me ha gustado emular de alguna forma con estos colores, ya sea el lujo y la abundancia o los últimos segundos en que la luz del sol toca algún objeto. También uso paletas de colores más apagadas pero siempre intento con el claroscuro contrastar la saturación de la imagen.
En tus trabajos también se observan bastantes autorretratos ¿cómo es el proceso para ser tú misma la protagonista de tus obras? Desde que empecé a tomar fotos al azar hace años y decidí retocarlas para hacerlas ver tras mis ojos, decidí usarme como modelo por la facilidad de saber cómo quería exactamente la expresión, la pose, el semblante. Solía creer que lo hacía porque no tenía ninguna modelo disponible, pero al adquirir habilidades me ofrecieron modelar o querer salir en uno de mis trabajos, y me sentí incapaz de hacerlo con verdaderos deseos. Me di cuenta ahí que para mí sólo tienen algún sentido imágenes tan personales conmigo o con alguien con quien sienta una conexión.
¿En qué se parecen tus obras a ti, física, anímica, espiritualmente? La verdad, no sé qué tanto. Creo que en lo que menos me parezco a ellas es físicamente porque por lo general no me veo alrededor de los elementos extravagantes que uso en mí o en los espacios. No proyecto a otros la misma imagen que tengo de mí en mi mente, algo recurrente en la psicología humana. Anímica y espiritualmente, no creo que haya un reflejo más fiel que el arte de la naturaleza de su autor, uno puede ver en los más mínimos detalles, su forma de ver el mundo y cómo reacciona ante él, y en mis imágenes eso no es una excepción.
¿Desde cuando definiste el estilo característico de tu trabajo? Es difícil saberlo porque aún no siento que tenga un estilo lo suficientemente individual, pero el tiempo pasa y uno reflexiona sobre su estética visual, intenta acentuarla o, al contrario, intenta salirse de ciertas costumbres que la estancan. Así poco a poco uno encuentra identificación en elementos especiales o se centra en cierto tipo de composiciones creando así un estilo propio que no debe dejar de evolucionar.
¿Cómo es la relación entre la música y tu trabajo? El Black y el Doom Metal son los géneros por los que más afecto siento. La relación es vital y cuando escucho una canción excepcional es como si mi mente uniera cabos sueltos de historias que hace mucho guardaba y se valieran de esos sonidos, de esos poemas para existir. Así que son interpretaciones muy personales con un sentido muy específico que cualquier espectador puede analizar desde su propio ángulo. Obviamente me valgo de símbolos personales y culturales, de expresiones corporales a veces exageradas y artificiales, de tonos, de texturas e iluminación que culminan la atmósfera esencial de la música. |